Edad del hierro
La Edad de Hierro se manifiesta en el patrimonio arqueológico asturiano fundamentalmente a través de los poblados fortificados, conocidos como castros. El fenómeno del mundo castreño es complejo, por cuanto su desarrollo abarca distintas etapas desde las primeras construcciones, a finales de la Edad del Bronce, hasta la romanización. En Asturias se documenta un importante número de castros, la mayoría concentrados en las zonas central y occidental de la región.
Los poblados fortificados ya fueron objeto de interés arqueológico desde finales del siglo XIX. Así, en 1876 el maestro José María Flórez y González hará sus primeras excavaciones en el castro de Coaña. Posteriormente, en 1917, Aurelio del Llano y Roza de Ampudia, miembro de la Comisión Provincial de Monumentos, excavará en el Picu’l Castru de su Caravia natal. Pero será la ingente labor prospectora de José Manuel González y Fernández-Valles la que, durante treinta años, permitirá la catalogación de 265 recintos fortificados en Asturias, inventario que acompañó de notas y croquis detallados de orientación, estructura y relación de elementos defensivos.
Las investigaciones arqueológicas más recientes, llevadas a cabo a partir del Plan Arqueológico Director de la cuenca del Navia-Eo, parecen poner de manifiesto que el momento fundacional de algunos de estos poblados data de finales de la Edad de Bronce, lo que permite relacionar el origen del mundo castreño asturiano con las etapas fundacionales de poblados castreños de Galicia y Portugal.
La aparición de determinados elementos cerámicos o metalúrgicos en el registro arqueológico muestran que será durante la Edad de Hierro cuando este sistema de poblamiento se generalice y cuando los castros tengan una configuración similar a la que actualmente conocemos: la fortificación generalizada de los recintos, con fosos o murallas de módulos, presentes tanto en castros del área central (La Campa Torres, en Gijón) como en castros de la zona occidental asturiana (El Chao Samartín, en Grandas de Salime); y la diversificación de construcciones en el interior de los recintos, adaptándose a la topografía del terreno.
Muchos de estos castros, especialmente aquellos ubicados en la zona occidental de Asturias, pervivirán y sufrirán transformaciones en su configuración tras la conquista romana. La importancia estratégica de estos enclaves y su cercanía a los yacimientos auríferos explotados entonces, posibilitaron su integración en los nuevos modelos de organización territorial introducidos por Roma.
Cultura castreña. Museo Arqueológico de Asturias.